Tenía 23 años cuando empezó a trabajar, para su multimillonario abuelo, en una fábrica de Michigan. A los 27 fue nombrado vicepresidente ejecutivo. Y a los 28 se convirtió en director general de la poderosísima compañía automovilística Ford, cuyo mando asumió en un momento en el que amenazaba ruina. Artífice de su resurrección, empresario audaz y brillante, protagonista de la más lujosa jet-society, Henry Ford II fue un magnate ya legendario mucho antes de que, la semana pasada, una pulmonía acabase con su vida.
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