La realidad en la que vivimos aporta síntomas de que la esperanza se encuentra cercada desde diversos lugares y al tomar conciencia de las dificultades de la esperanza, surgen una serie de vivencias falsas de la esperanza (ya sea el refugio fideísta, por el que todo se esperaría de Dios o la confianza absoluta en la acción humana, que espera que el ser humano pueda solucionarlo todo). Es necesario, pues, volver a las fuentes de las que brota la esperanza cristiana y establecer ciertos criterios para poder discernir entre las verdaderas y las falsas esperanzas.
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