El presidente Felipe González eligió el mínimo esfuerzo. Francisco Fernández Ordóñez fue sustituido al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores cuando su estado de salud casi le impedía moverse. Para sucederle en la cartera se decidió por uno de los ministros más veteranos, como es Javier Solana, quien a su vez cedía el Ministerio de Educación al que era su número dos, Alfredo Pérez Rubalcaba. Hubiera sido difícil encontrar otra fórmula menos continuista.
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