La transformación hacia la tecnología numérica ha provocado en el último decenio cambios importantes en los entornos de creación, operación, transformación y distribución de productos audiovisuales.
Los restos de la era analógica están dando sus últimos estertores de la mano de unos entornos digitales, desarrollados velozmente.
Estos nuevos equipos son en la mayoría de los casos prototipos. La velocidad del mercado, la competencia, las joint-ventures..., no permiten ningún tipo de relajo a las empresas tecnológicas que participan en esta carrera desenfrenada de competitividad.
Las maquinarias dedicadas a procesos puntuales, cada vez más, son historias para el recuerdo. Hoy todo es efímero y la tecnología de antaño basada en equipos mecánicos (magnetoscopios...), plataformas y soportes lineales (cintas...) están abocados a la desaparición.
Conceptos de solvencia empresarial tales como ¿los grandes y los pequeños¿, utilizados en otros ámbitos de la industria, son en el sector audiovisual cada vez más delicados. En los diarios económicos podemos leer cómo, con cierta asiduidad, empresas muy posicionadas en el sector se ven abocadas a establecer fusiones, compras y participaciones, con pequeñas células de creación y desarrollo que surgen de la creatividad de jóvenes emprendedores, hasta ayer desconocidos.
La era digital está corriendo un enorme telón y deja atrás, por suerte, una etapa analógica en la que la posesión de los medios de producción, debido a sus costes, era motivo suficiente para negar la participación y el acceso, a equipos tecnológicos audiovisuales de carácter profesional, a los creadores.
Hoy, lo digital proporciona nuevos sistemas con entornos productivos más amables a la vez que reduce considerablemente coste de los equipamientos. En este momento, despojados ya de los inconvenientes analógicos, el talento es el verdadero motor de la industria audiovisual, en un sector que aglutina tecnología, creatividad y contenidos.
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