En la aventura de la Cueva de Montesinos (Don Quijote, II, 22-24), Cervantes anticipa varios de los argumentos de las meditaciones de Descartes. Enfrentándose con la amenaza del escepticismo de no poder distinguir entre el sueño y la realidad, Cervantes demuestra las limitaciones de una respuesta epistemológica al escepticismo. Su crítica de la epistemología ¿que puede considerarse también como crítica de los argumentos clásicos que luego se desarrollaron en Descartes¿ se funda en la distinción entre las proyecciones de la imaginación (que no admiten verificación) y casos verificables. Se demuestra que el argumento epistemológico, tal como lo elabora un Descartes, sólo se sostiene a base de una confusión de lo imaginado con lo verificable. De este modo puede decirse que la crítica cervantina de la epistemología no cae en el escepticismo. Así, la aventura de la Cueva de Montesinos concuerda escencialmente con otros episodios del Quijote, en que se defienden los derechos de la imaginación frente a los ataques (inoportunos) de sus críticos.
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