La estandarización de formatos de programas de mano, practicada por Metro-Goldwyn-Mayer al final de la década de los treinta, trajo consigo la arrolladora llegada del color, como carácter peculiar e inseparable del nuevo modelo, origen del matiz de opinión que, a partir de ese momento, generarían los nuevos ejemplares e ingrediente esencial en la obtención del pretendido impacto visual. Esa transformación del programa de mano supuso el ascenso de un punto en la escala de iconocidad gráfica ¿inversamente proporcional al grado de abstracción¿ diseñada por Abraham Moles.
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