“El archivo trabaja siempre y a priori contra sí mismo”.Jacques Derrida Lo que no se archiva no existe. Esta extrema adaptación del clásico aforismo podría sintetizar las últimas décadas de creciente fascinación multidisciplinar por el archivo; fenómeno al que se ha otorgado carta de naturaleza mediante el tan manido tándem nominal del giro más su correspondiente epíteto. Siguiendo este “impulso archivístico”, distintas y diversas propuestas, tanto teóricas como metodológicas, han tratado de trascender el archivo como fuente para redefinirlo como un objeto de estudio en sí mismo. Sus retóricas nos susurran al unísono que ningún archivo es inocente, pues en su acervo confluyen igualmente la memoria y el olvido, ambos determinados por el poder selectivo de quien los construye, custodia y difunde.
“No hay documento de cultura que no lo sea al tiempo de barbarie” advertía tempranamente Walter Benjamin. “Y como él mismo no está libre de barbarie, tampoco lo está el proceso de transmisión en el cual ha pasado desde el uno al otro”. Precisamente, el escepticismo epistémico posmoderno, inducido por la fuerza motriz del linguistic turn, llevó a ese ‘otro’ constitutivo a aceptar el desafío de abordar la lectura ‘a contrapelo’ de la historia; consecuentemente, también de los archivos, señalados por la arqueología del saber foucaultiana como origen y destino de aquella inaplazable expedición.
"The archive always works, and a priori, against itself."Jacques Derrida What is not archived does not exist. This extreme adaptation of the classic aphorism could summarize the last few decades of growing multidisciplinary fascination with the archive; a phenomenon that has been legitimized through the oft-used tandem of "turn" and its corresponding epithet. Following this "archival impulse," various theoretical and methodological proposals have sought to transcend the archive as a source, redefining it as an object of study in itself. Their rhetoric collectively whispers that no archive is innocent, as memory and oblivion converge within them, both determined by the selective power of those who construct, guard, and disseminate them.
"There is no document of culture that is not at the same time a document of barbarism," Walter Benjamin warned early on. "And just as it is not free from barbarism, neither is the process of transmission in which it passes from one to another." Indeed, the epistemic skepticism of postmodernism, driven by the linguistic turn, led this constitutive 'other' to accept the challenge of reading history 'against the grain'; consequently, also the archives, identified by Foucault's archaeology of knowledge as the origin and destination of that unavoidable expedition.
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