Confieso mi estupor fascinado ante la temporada de cismas que llevamos. Estaba el culebrón de las monjas de Belorado —con su obispo falso, su cura coctelero y su «no nos moverán» conventual— en pleno apogeo cuando saltó la noticia de otro cisma en la iglesia católica, anunciado por el propio afectado vía (la red antes conocida como) Twitter. Que eso de que unas monjas pasen del enclaustramiento al atrincheramiento, en una versión burgalesa de la rebelión de Münster (aunque se presupone que con menos hambruna y más gin-tonic), parece el guion de una serie de sobremesa pasada de vueltas, pero que un arzobispo de 83 años considere que la mejor defensa es un buen ataque en redes no es menos distópico. A ver, señor Vigatò, que internet lo carga el diablo…
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