La «desolación de no saber nada y el fanatismo del saber único» son las larvas de la estupidez y de la mentira. No ayudan las universidades a combatir esas lacras, según Riemen, porque no cumplen con su papel crítico y de búsqueda de la sabiduría. «Para la formación espiritual, para el arte de ser humano», es esencial la lectura permanente de los clásicos.
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