La contaminación lumínica tiene una característica que lo distingue de los demás problemas ambientales conocidos: nadie lo concibe como tal. La luz artificial se asocia a progreso, modernidad, seguridad o diversión. Sin embargo, es un agente contaminante muy peligroso por su capacidad para propagarse en todas las direcciones y la alta velocidad que alcanza: 300 000 kilómetros por segundo.
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