Las pérdidas de 7.000 millones en el pabellón de España, pueden ser sólo la punta del iceberg de un fracaso económico importante en la Expo'92, pero lo que puede constituir un gran escándalo es la fiscalización del dinero empleado con sus correspondientes partidas. La oposición está dispuesta a que quede clara hasta la última peseta, aunque se tienen serias dudas de que, cuando intervenga el Tribunal de Cuentas, no se dé carpetazo a las presuntas irregularidades.
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