Las propiedades microbicidas e insecticidas de determinadas plantas autóctonas se conocen desde tiempos remotos. No obstante, es a partir del siglo XX cuando comienzan a desarrollarse investigaciones multidisciplinares sobre especies para uso medicinal, agricultura y protección del medio ambiente. Actualmente, los análisis químicos y genéticos permiten seleccionar productos específicos derivados de plantas, para eliminar microorganismos e insectos en bienes culturales. Sin embargo, la principal dificultad reside en el método de aplicación. El producto debe penetrar en las estructuras de los materiales históricos para erradicar el agente de biodeterioro. Los tratamientos en fase de vapor o pulverización pueden ser insuficientes, especialmente en colecciones de libros, textiles o piezas de madera. En un proyecto de colaboración entre el Instituto del Patrimonio Cultural de España (IPCE) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), se investigó el aceite esencial de Artemisia absinthium, para eliminar hongos; Penicillium chrysogenum y Fusarium verticilloides desarrollados en material celulósico. El producto se aplicó mediante un sistema dinámico de desinfección, basado en el método de anoxia. Se empleó un flujo continuo de gas inerte, nitrógeno, burbujeado en una solución con aceite esencial de Artemisia absinthium, diluido en etanol. La técnica que combina baja concentración de oxígeno y un aceite esencial, ha sido eficaz en los objetos tratados. Los productos derivados de las plantas, aunque sean naturales, pueden tener un impacto negativo en la salud, ambiente, o producir alteraciones en los materiales históricos. Aspectos como la viabilidad y sostenibilidad son, asimismo, comentados.
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