El equipo de fútbol del Barcelona sufre una sorprendente crisis de juego. Si uno llega a la hermosa Ciudad Condal y pregunta por las causas del profundo bache, los aficionados verdaderos, los que llevan al Barça en el corazón desde toda la vida, echan la culpa a la prepotencia, a la arrogancia, a la soberbia de un personaje público que aspira a brillar aún más que los míticos jugadores adorados por las masas. Muchos "culés" piensan que es el equivocado camino del hombre ensalzado por los medios de comunicación; el creerse genio y Dios alguien perfectamente sustituible. Y que en este tiempo en que el pueblo español consolida la democracia, el afán totalitario sigue resistiendo en el corazón de los hombres que tienen poder.
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