Juan Ramón Calero, portavoz del grupo popular en el Congreso de los Diputados, ha estado a punto de dar con sus huesos en la fosa de los políticos destituidos. Sus declaraciones a ÉPOCA, publicadas la semana pasada, han recrudecido la animadversión que le profesan algunos altos cargos de Génova. La prudencia de Hernández Mancha ha evitado, a última hora, la apertura de un nuevo episodio cismático en el principal partido de la derecha española. A Calero le salvó la campana.
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