Amparado el mundo por la firmeza en la subida de la Bolsa, pareció olvidar demasiado que era imposible una prosperidad firme si se abandonaban mandamientos elementales de la ortodoxia financiera. Daba la impresión de que se encogía de hombros ante la demanda insistente de un firme orden económico financiero internacional, como si ni le interesase ni pareciese que tal orden conviniese demasiado a más de una nación.
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