La Iglesia se encargó en el marco de la sociedad colonial del asistencialismo social. En el nuevo modelo de sociedad que se pretendía construir, bajo el imperio de la filosofía ilustrada, la formación religiosa y cívica de los pobres y desamparados devino en uno de los instrumentos más eficaces para dirigir y sistematizar el disciplinamiento social con vistas al orden y progreso que se pretendía alcanzar. Bajo este propósito, se incluyó a las mujeres en ese nuevo ideal educativo que perseguían la Iglesia y el Estado. En ese marco, la obra del obispo San Alberto, portavoz de las ideas ilustradas católicas alcanzaron singular relevancia. Bajo su iniciativa se creó la Casa de Niñas Huérfanas Nobles de la ciudad de Córdoba –sede del Obispado de Tucumán- con el propósito de rescatarlas de la ignorancia y la perdición a las que se las estimaba expuestas por su condición de niñas huérfanas pobres.
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