Durante mucho tiempo, la palabra se empleó como adjetivo. Con el caso Dreyfus, “intelectual” pasó a denominar, en Francia, a aquellos cuyas acciones invitaban a la reflexión, guardianes del ideal republicano contra la prensa del dinero, el sable y la cruz. La derecha de entonces hacía mofa de ellos, acusándolos de ir a contracorriente de las tradiciones. Hasta que los escritores de sus propias filas reivindicaron la etiqueta. Y pervirtieron su significado, eminentemente político.
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