La pandemia y la guerra han hecho saltar las costuras de la Unión Europea. La interrupción de las cadenas globales de valor y los cortes del suministro de energía y materiales han evidenciado las debilidades del metabolismo económico europeo. En medio de las crecientes tensiones geopolíticas y la aceleración de la emergencia climática, la UE se ha revelado como una potencia en declive, una región dependiente de los recursos provenientes del exterior que solo puede mantener las ganancias de las clases dominantes con el rescate permanente de sus Estados miembros. En este marco, la salida de la crisis, entendiendo esta como una huida adelante del capitalismo para girar sobre su propio eje reforzando las relaciones de explotación y dominación, pasa por intensificar las transacciones comerciales con otros territorios.
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