El vertiginoso crecimiento del turismo tanto estival como invernal, a finales del XIX, que motivó un drástico cambio en los lugares de hospedaje, así como de los establecimientos de ocio y de comidas, produjo entre los alicantinos un enorme entusiasmo a la vez que una homda preocupación por mantener y crecer en lo que se había conseguido. Aunque Alicante era ya considerada "la playa de Madrid", otras ciudades españolas habían emergido como potentes centros turísticos. Las especiales y constantes campañas orquestadas en defensa del clima nos convirtieron en la "Casa de Primavera", el lugar privilegiado donde refugiarse en los días fríos de invierno
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