Le llamaron "el pintor de la felicidad" por sus íntimas escenas domésticas de luminosidad incomparable, pero Pierre Bonnard más que un colorista extraordinario, fue un artista que entendió el espacio pictórico como un vehículo para transmitir estados emocionales. "No se trata de pintar la vida, sino de insuflar vida a la pintura", decía.
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