La Lola se va a los puertos (Josefina Molina, 1993) es una película cuyo estilo y forma dialoga con las producciones de cine folclórico de CIFESA, muy populares durante los primeros años del Franquismo. En estas películas se representa el espacio rural como un lugar de concordia social, donde no hay lucha de clases, y como salvaguardia de unos valores tradicionales, que resultan ser la esencia de la identidad española. La directora, por el contrario, presenta una visión de estos espacios que rompe plenamente con lo que proponía CIFESA. Molina convierte el cortijo andaluz en un lugar de lucha social, donde los trabajadores se rebelan contra sus patrones y donde vemos los defectos de esta clase privilegiada. Del mismo modo, la subversión de estos valores del régimen trae consigo un discurso andalucista y, a la vez, feminista, que dota a la mujer de una mayor voluntad en la historia.
La Lola se va a los puertos (Josefina Molina, 1993) is a film whose style and form connect with the folkloric productions made by CIFESA, which were very popular during the first years of the Francoist regime. In these films, the rural space is represented as a place of social harmony, where there is no class struggle, and as a safeguard of traditional values, that turns out to be the essence of Spanish identity. The director, on the contrary, presents a vision of these spaces that completely disrupts what CIFESA proposed. Molina turns the Andalusian cortijo into a place of social struggle, where workers rebel against their bosses, and where we see the faults of this privileged class. Likewise, the subversion of these values of the regime brings upon an Andalusian and, at the same time, feminist discourse, which gives women a greater power in the story.
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