A finales de julio, la compañía francesa del ferrocarril deploró “un ataque masivo para paralizar la red” ferroviaria. Aunque la operación no consiguió hacer descarrilar los Juegos Olímpicos de París, sí sirvió para poner de relieve el atractivo del sabotaje para un determinado número de activistas. Antes que ellos, una parte del movimiento obrero estadounidense lo había practicado y extraído de ello conclusiones prácticas.
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