Con sólo 15.000 pesetas que marcaba el contador de un taxi ha logrado el juez don Marino Barbero que don Carlos Luis de Secondat, barón de Montesquieu, levante dignamente la cabeza en el nicho donde quería tenerle enterrado don Alfonso Guerra, y nos ofrezca un sorprendente, saludable y casi dramático ejemplo de lo que debe ser la independencia del Poder Judicial en un Estado democrático.
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