Entre mediados del siglo XVIII y finales del siglo XIX numerosos científicos europeos trataron de esclarecer el misterio de la llamada combustión humana “espontánea”. La creencia en el fenómeno se sustentaba en un conjunto reducido de historias en las que una víctima –casi siempre una mujer de edad avanzada y sospechosa de alcoholismo– habría aparecido carbonizada sin causa aparente. Mientras químicos y fisiólogos especulaban sobre los procesos bioquímicos que podrían convertir al cuerpo humano en “preternaturalmente” combustible, la Medicina, influida por los movimientos de templanza especialmente en las Islas Británicas, se centraba en la supuesta conexión entre combustión espontánea y ebriedad habitual. La combustión se convertía así en una fábula de templanza concebida para prevenir al ebrio de las terribles consecuencias de su vicio. A lo largo del siglo XIX, sin embargo, el fenómeno fue perdiendo credibilidad entre los científicos, mientras se abría paso el “concepto de enfermedad” en el tratamiento del alcoholismo. Desde mediados del siglo XX la combustión espontánea ha quedado casi exclusivamente relegada al ámbito de lo paranormal.
Between the mid-eighteenth and late-nineteenth centuries many European scientists attempted to elucidate the mystery of so-called “spontaneous” human combustion. Belief in the phenomenon rested on a limited number of stories in which a victim –most often an elderly, presumably alcoholic woman– was allegedly found reduced to a cinder without apparent cause. Chemists and physiolo-gists turned to speculating about the biochemical processes that might lead the human body to become “preternaturally” combustible. Meanwhile doctors, under the influence of Temperance movements especially in the British Isles, focused on the assumed connection between spontaneous combustion and habitual drunkenness. Spontaneous combustion thus emerged as a Temperance tale, designed to warn drunkards about the dire consequences of their vice. As the nineteenth century progressed, however, the phenomenon grad-ually lost credibility among scientists, while the “disease concept” of alcoholism gained currency. Since the mid-twentieth century, “spontaneous” combustion has become almost entirely relegated to the field of the paranormal.
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