Los dos presidentes que ha tenido la CEOE no pueden ser más asimétricos. Carlos Ferrer, un don Quijote andante, largo como una sombra, idealista y aventurero, humanista y lírico, absorbido por las muchas letras de sus tres carreras de Filosofía, Económicas y Química, hasta el punto de que cuando los notarios le preguntaban su oficio, solía contestar sin titubeos "estudiante", dado su amor a la sabiduría. A su lado, José María Cuevas, un Sancho Panza eficaz, genial contrapunto del emprendedor hidalgo, auténtico "animal de realidades", como entendía Zubiri al ser humano. Los que les conocen a fondo definen al presidente del Comité Olímpico como "un corredor de 100 metros", mientras que Cuevas sería en este caso "un corredor de fondo".
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