La orden bektachí, cuyo origen se remonta a los movimientos sufíes que tuvieron lugar en los siglos xi y xii, encontró en Albania su tierra de acogida. Tras un período en el que gozó de una gran importancia política durante la desintegración del Imperio otomano, esta orden fue prohibida y obligada a desaparecer por el régimen comunista, en un momento en que Albania pasó a convertirse en el único estado ateo del mundo. Aun así, y gracias a las prácticas secretas de la comunidad albanesa bektachí en la diáspora, la religión se mantuvo viva y se extendió por varios países. En 1988, la nueva constitución de Albania garantizó la libertad religiosa y las creencias bektachíes volvieron a ocupar un importante lugar en la sociedad albanesa. El país de las águilas recuperó, de este modo, su tradición de tolerancia al permitir que bektachíes, musulmanes suníes y cristianos pudieran orar juntos en el monte Tomorri, el santuario de las divinidades en Albania.
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