La revolución tunecina de 2011estalló a raíz de una crisis económica y en el marco de una lucha por las libertades y la dignidad. Los ciudadanos fueron categóricos en apartar un régimen y un presidente que estuvo 23 años en el poder. La experiencia de la transición democrática trajo a opositores al régimen anterior de todos los colores, con predominación de islamistas organizados —antes en la clandestinidad y disciplinados—, que formaron la coalición más importante para tener el mayor poder de decisión. Se pasó a vivir una división y lucha política y social entre modernistas y conservadores. Alarmados los gobernantes por el descontento popular en 2018, intentan una serie de medidas que, rápidamente, se mostraron superficiales y se hicieron sin recurrir a las competencias del país; además de acrecentarse las luchas intestinas en los partidos políticos y los representantes del pueblo, desgastándose en un total desinterés de las preocupaciones públicas. Las formaciones que han gobernado hasta 2021 representaron el ejemplo del populismo, la sed de poder y de intereses. El país se hunde en los préstamos, cae la producción, las empresas nacionales rozan la quiebra, los inversionistas, desconfiados de la inestabilidad política y las complicaciones administrativas, desconfían, se encarece la vida, el país retrocede a todos los niveles, se va generalizando la corrupción. El Estado se debilita y no les queda, a los tunecinos, más que desesperanzas, desilusión y un margen de libertad de expresión.
The Tunisian revolution of 2011 erupted as a result of an economic crisis and in the context of a struggle for freedoms and dignity. Citizens were categorical in removing a regime and a president who had been in power for 23 years. The experience of democratic transition brought opponents of the previous regime of all colors, with a predominance of organized Islamists—formerly in hiding and disciplined—who formed the most important coalition to have the greatest decision-making power. This led to a political and social division and struggle between modernists and conservatives. Alarmed by the popular discontent in 2018, the rulers attempted a series of measures that quickly proved to be superficial and were carried out without resorting to the country’s competences. Internal struggles within political parties and representatives of the people also increased, resulting in a complete disinterest in public concerns. The formations that governed until 2021 were examples of populism, power thirst, and self-interest. The country sinks into loans, production declines, national companies verge on bankruptcy, and investors, distrustful of political instability and administrative complications, lose confidence. The cost of living rises, the country regresses at all levels, and corruption becomes widespread. The State weakens, leaving Tunisians with nothing but despair, disillusionment, and a limited freedom of expression.
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