Antes de la guerra, Sarajevo e Ilidza tenían una relación similar a la que pudiesen mantener Madrid con Leganés o Getafe. Hoy, tras 9 meses de guerra en Bosnia, los escasos metros que separan a Sarajevo del barrio serbio están separados por un foso de odio insalvable. En Ilidza, los serbios celebran todavía la victoria en Otez, un barrio de Sarajevo que capturaron a principios de diciembre- al que ha tenido acceso ÉPOCA- convertido ahora en un montón de escombros. En la capital los ciudadanos luchan por conseguir comida, agua y madera. En un decorado irracional, el mercado negro, donde cualquier cosa se puede comprar, se alternan con discotecas nocturnas y ancianos asesinados por francotiradores de su propia etnia.
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