Habíamos celebrado el Día de la Constitución, y por fin el Parlamento se había poblado de batuecos. También aparecieron en el hemicirco algunas batuecas ilustres, Ana Obregón, que echa discursos corporales, Martirio, qué nombre para estos tiempos, y Massiel, qué boda sin la tía Juana. Las tres ninfas rodeaban a Felipe, en una estampa de las tres Gracias con Periquito entre ellas. Los padres de la patria habían despertado del largo letargo en que les había sumido el señor presidente del Gobierno con el relato de lo de Copenhague, y se despabilaron definitivamente con la llegada dichosa del canapé. En este Congreso, la lucha por la croqueta alcanza más animación que el debate de las leyes.
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