El Partido Socialista Obrero Español atraviesa, a nivel interno, uno de los momentos de cambio más comprometidos desde que alcanzó el poder en 1982. La batalla por dominar el aparato del partido ha movilizado a los distintos clanes socialistas que antes eran contenidos por la eficacia de la máquina guerrista, hoy desengrasada tras los últimos escándalos de corrupción. El binomio Felipe González y Alfonso Guerra ha pasado a la historia. El presidente se ha decantado por el sector renovador, mientras que el vicesecretario busca el apoyo de los sindicatos y grupos minoritarios del partido. El PSOE ya no tiene una cabeza bicéfala.
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