En su lecho de muerte, Chopin pidió a su amiga la soprano Delfina Potocka que cantase arias de Bellini y Händel. Otra amiga, la mezzosoprano Pauline Viardot, cantó en su funeral. El genio polaco no escribió ninguna ópera, pero compuso inspirado por las voces que le emocionaron, conduciendo al piano hacia una nueva expresión de carácter vocal.
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