La noción de persona es indispensable para la cabal comprensión de cualquier sociedad. En la etnología mesoamericanista existió una tendencia a estudiar esa temática con un enfoque en las entidades anímicas, lo que condujo a una definición predominantemente metafísica del concepto y un acercamiento sincrónico al tema. A partir de datos etnográficos, mi objetivo es repensar la concepción de persona de los nahuas de la Sierra Norte de Puebla de forma diacrónica, es decir, a partir del análisis de las principales etapas del ciclo de vida del ser humano. Debido a la extensión de la tarea, este trabajo trata sólo del surgimiento de un nuevo ser en el vientre materno, proceso análogo a la germinación de la planta de maíz, según los nahuas. Bajo esa propuesta, se muestra cómo los padres y las divinidades telúricas donan las sustancias generativas necesarias para dar vida a los embriones humanos y a los del maíz, de modo que la producción de niños y de elotes es una tarea compartida entre hombres y dioses. Sembrar milpa es equivalente a criar hijos y para hacerlos crecer y darles forma es necesario transmitirles chikaualis, la fuerza vital sustancializada que anima a los seres.
The notion of personhood is essential for the full understanding of any society. In Mesoamerican ethnology there was a tendency to study this topic with a focus on the animistic entities, which led to a predominantly metaphysical definition of the concept and a synchronic approach to it. Based on ethnographic data, my aim is to rethink the subject of personhood according to the Nahua of the Sierra Norte de Puebla in a diachronic way: analyzing the main stages of the human being life cycle. Due to the extension of the task, this paper deals only with the conception of a new baby in the womb, a process which the Nahua regarded as analogous to the sprouting and growth of the maize plant. Keeping with this analogy, my argument is that parents and earth deities donate the generative substances necessary to give life to humans and corn embryos, so that the production of children and corn is a shared task between men and gods. Planting cornfields is equivalent to raising children, and making them grow and take shape requires providing them with chikaualis, the substantialized vital force that animates all beings.
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