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Primeras experiencias sexuales en adolescentes inhaladores de solventes: ¿de la genitalidad al erotismo?

  • Autores: Mario J. Domínguez García, Rosa María Aguilera Guzmán, M. Asunción Lara Cantú, Martha Romero Mendoza
  • Localización: Salud mental, ISSN 0185-3325, Vol. 27, Nº. 1, 2004, págs. 60-72
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • español

      La sexualidad constituye un aspecto privilegiado para el análisis de las relaciones entre varones y mujeres como sujetos constituidos y que a la vez constituyen una organización genérica, misma que da origen a roles de género específicos en cada sociedad. La especificación de la categoría género enriquece dicho análisis, al considerar la construcción social de la diferenciación sexual y la dimensión sociocultural de la corporeidad.

      La sexualidad puede abarcar un campo de expresión de intereses para diversos grupos, entre ellos el de los adolescentes, quienes han desarrollado sus propios estilos sexuales para distinguirse como generación. Si consideramos que estos adolescentes son usuarios de alcohol y de drogas, la relación adolescencia-sexualidad presenta una mayor complejidad.

      Suele afirmarse que los adolescentes usuarios de alcohol y de drogas inician su vida sexual sin protección y motivados más por factores externos y ajenos a ellos que por decisión personal, situación que los vuelve más proclives a contraer diversas infecciones de transmisión sexual, incluyendo el SIDA y a dar origen a embarazos no deseados. Se observa entre ellos un número mayor de parejas sexuales con menor uso del condón; las mujeres piden a sus parejas que hagan uso del mismo en menor proporción que las no usuarias.

      En este trabajo se aborda la relación entre la adolescencia y algunos aspectos de la sexualidad, en un grupo de adolescentes usuarios de inhalables que además consumían otras sustancias. Su objetivo es el de explorar, mediante un conocimiento a fondo, los elementos que permitan el análisis y la comprensión respecto a las prácticas sexuales de los adolescentes usuarios de diversas drogas, pero que permanecen en ambientes considerados ¿de protección¿ o de bajo riesgo como la familia y la escuela.

      Se trata de una investigación cualitativa en la que se eligió a los participantes en escuelas, a través de un procedimiento combinado de muestreo por conveniencia y de la técnica de bola de nieve; se realizaron entrevistas en profundidad en 10 varones (edad promedio 15 años) y 8 mujeres (edad promedio 16 años). Dichas entrevistas se grabaron y transcribieron, y su revisión se hizo con la técnica de análisis de contenido.

      Como parte de los resultados se informa que las vivencias subjetivas de la sexualidad en estos adolescentes se ubican en un proceso de secularización de la cultura, que como afirma Amuchástegui, ha permitido que los discursos católicos dominantes compartan espacios con los provenientes de las prácticas y experiencias personales. También se señala la influencia de los elementos del discurso de la medicina moderna que, junto con otros elementos tradicionales, configuran sus subjetividades, como bien fue referido por Castro y Miranda.

      La vivencia subjetiva (distinta en varones y en mujeres y marcada por la construcción cultural de la diferencia sexual) de los cambios físicos y biológicos experimentados a raíz de la pubertad (en ellos ¿hacerse hombres¿, sentirse ¿más chidos¿ y conocer el placer sexual; en ellas de ¿friega¿ y ¿lata¿ y de mayor control social y familiar) explica quizá, que sea precisamente en estas edades cuando aparece la brecha genérica de los primeros síntomas de depresión que se vuelve mayor en las mujeres, ya que los hombres se construyen genéricamente en una posición jerárquica superior con respecto a ellas (¿está cabrón ser vieja¿) y éstas se asumen en desventaja.

      El hecho de que los varones, y todavía algunas mujeres, afirmen que la doble moral sexual es ¿natural¿ nos lleva a revisar cómo se dan las relaciones entre los géneros en la adolescencia. Esto aportará elementos de análisis para entender la también admitida ¿doble moral¿ social respecto al consumo, ya que éste se cuestiona mucho menos y se trata más entre los varones, que en las mujeres.

      Si bien el placer y el deseo pueden ser experimentados por varones y mujeres, para los primeros es una ¿necesidad natural¿, mientras que para las mujeres es algo que ¿hay que controlar¿. Las mujeres en general definen la penetración como algo doloroso y los varones como situación placentera, pero en el contexto de ser ¿sometidos a una prueba¿. Ellos expresan su temor de permitir ser tocados y conocidos por otros varones (homofobia); pareciera ser este un elemento que trastoca la hegemonía masculina y las relaciones de poder entre los sexos y de ahí el miedo irracional que genera. Las mujeres de esta muestra (en comparación con sus pares de la población general) se manifiestan más abiertas a experimentar con sus cuerpos y a derribar controles, quizá porque su consumo de sustancias les ha permitido romper con algunos estereotipos que le son impuestos al género femenino.

      En cuanto a su conducta sexual como consumidores y en comparación con sus pares de la población general, se informa que la edad de su iniciación sexual es un poco más temprana y que aunada a las historias de abuso y violencia sexual en ellas, de violencia física en ellos y de consumo de alcohol y drogas en ambos grupos, aumenta la probabilidad de acarrearse problemas de salud asociados a estas circunstancias de vida (ETS, embarazos no deseados, abortos y situaciones de re-victimización).

      Se documentan costos diferenciales del consumo relacionadas con el género, puesto que algunas de las adolescentes no aspiran a ¿formar una familia feliz¿, ya que ¿soy desmadrosa y promiscua, ningún chavo se haría responsable¿ y ¿quizá ya tengo podridos los ovarios¿.

      Se concluye, entre otras cosas, que existe la necesidad de ¿desmitificar¿ entre los adolescentes el consumo de alcohol y de drogas asociado a la sexualidad que si bien puede infundirles valor ante el sexo al liberarlos de restricciones sociales, y provocarles sensaciones placenteras, también los despoja de conductas de autocuidado y de las sensaciones placenteras experimentadas en pleno uso de las facultades mentales.

    • English

      Sexuality is an exceptional area for the analysis of relations between men and women as subjects that are constituted and at the same time, constitute a generic organization that gives rise to specific gender roles in every society. Clarifying the gender category enriches its analysis by considering the social construction of sexual difference and the social-cultural dimension of people’s corporeal nature. Sexuality may become a field for the expression of the interests of various groups, such as teenagers who have developed their own sexual styles in order to distinguish themselves as a generation. When these adolescents are also alcohol and drug users, the relationship between adolescence and sexuality becomes even more complex. It is often said that teenage alcohol and drug users begin their sex lives without protection, motivated more by external factors than by personal decisions and that they are more likely to contract sexually transmitted infections such as AIDS or have unwanted pregnancies. They report a higher number of sexual partners and a low condom use; very fewer women ask their partners to use condoms. This study explores the relationship between adolescence and certain aspects of sexuality within a group of teenager users of inhalants who also consumed other substances. It utilizes indepth knowledge to explore elements for the analysis and understanding of the sexual practices of teenage users of various drugs that live in environments regarded as “protected” or of low-risk such as family and school. It is a qualitative research project in which the participants were contacted at schools through a combined procedure of convenience sampling and the snowball technique. Ten men (with an average age of 15) and 8 women (with an average age of 16) were given in-depth interviews that were recorded, transcribed and analysed using the content analysis technique. Early results show that the subjective experiences of sexuality were reported to have taken place as part of a process of secularization of culture, which, as Amuchástegui has reported, has enabled dominant Catholic discourse to share spaces with those derived from personal practices and experiences. The results also reflect the influence of elements resulting from the discourse of modern medicine, which, together with traditional elements, shape their subjectivities, as described by Castro and Miranda. The different subjective experience in men and women (permeated by the cultural construction of sexual difference) of the physical and biological changes experienced as a result of puberty (in men, this involves “becoming a man”, feeling better about themselves and experiencing sexual pleasure; while in women, it is a nuisance and a bother, and leads to greater social and familial control) may explain the fact that it is precisely at this age when the gender gap, becomes wider in women. This is due to the fact that men construct themselves, as far as gender is concerned, in a higher hierarchical position vis-à-vis women (“it’s pretty awful being a woman”), while women assume that they are in a disadvantaged position. The fact that men (and even some women) state that the double sexual standard is “natural”, led us to review the way in which relations between genders take place among teenagers. This will provide analytical elements for understanding the social “double standard” regarding consumption, this is far less questioned and much more highly tolerated in men than in women. Although pleasure and desire can be experienced by both men and women, for the former it is a “natural need” whereas for the latter it is something that “must be controlled”. Women in general refer to penetration as being painful, whereas men refer to it as a pleasurable situation but in a context of being “put to the test”. They express a fear of being touched and explored by other males (homophobia), which would appear to be an element that transforms male hegemony and the power relations between the sexes, hence the irrational fear it causes. In comparison with their peers in society at large, the women in this sample proved to be more open to experimenting with their bodies and getting rid of controls, perhaps because their drug use has enabled them to eliminate some of the stereotypes associated with the female gender.

      As for their sexual behavior as users, they reported beginning to have intercourse at a slightly earlier age than their peers in society at large, which, together with histories of sexual abuse and violence in women and of physical violence in men and alcohol and drug use in both, increases the likelihood of health problems associated with these life circumstances (STI, unwanted pregnancies, abortions and situations of re-victimization). Women reported differences in the costs of consumption due to their gender, since some of them do not wish “to create a happy family” because “I’m too wild and promiscuous, no man would want to look after me” and “perhaps my ovaries are already rotten”. The study ends with the need to “demythologize” alcohol and drug use associated with sexuality among adolescents, since although it may make them braver about sex by freeing them from social restrictions and causing pleasurable sensations, it also makes them less able to take care of themselves and to experience pleasurable sensations while in full control of their faculties.


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