El horror de la guerra en Bosnia-Herzegovina y su proximidad a nuestro entorno cotidiano, reafirmada por la presencia de soldados españoles en el campo de batalla, atenúa el eco de otros conflictos, declarados o potenciales, que salpican la faz del globo. La caída del comunismo y la tan anunciada como inconclusa instauración de un nuevo orden internacional hicieron concebir notables esperanzas a la mayor parte de la Humanidad sobre la inmediata apertura de una era de paz duradera, justa y generalizada. La realidad se empeña, sin embargo, en ser extremadamente cruel. Un buen número de crisis bélicas, políticas, sociales, económicas, institucionales étnicas y religiosas tiñen de sangre, metralla, destrucción, muerte, incertidumbre e inquietud la piel del planeta. Son lo que los estrategas llaman "puntos calientes", los gérmenes, activos o latentes, de las más serias amenazas, presentes y futuras, para la estabilidad mundial.
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