Damián Rodríguez, Silvina Aulita, María Marta Yedaide
Esta conversación se cimenta en un profundo respeto y una hermosa amistad, capaz de ofrecer la caricia de la compañía y la fraternidad en estos tiempos convulsos.
Fuimos en busca de Carina Kaplan porque ella está desde hace tiempo poniendo el oído y el corazón en el cotidiano escolar y lo que allí duele, lo que late, lo que promete. Necesitábamos encontrarla para que nos contara cómo este escenario –mitad inédito, mitad re-editado—le viene afectando, qué se está alterando respecto de su obra—esa trayectoria académica que viene componiendo al compás del giro afectivo y siempre nos cautiva. Le enviamos unas preguntas guía para propiciar la charla.
Honró la ocasión que nos reunía, cuidando este vínculo también con generosidad.
Nos regaló una revisión de sus historias de llegada a pensar la escuela en clave afectiva-emocional, alimentando la tesis esperanzadora sobre las posibilidades que todavía atesora. Nos recordó lo que estamos considerando con extrema seriedad en estos días: somos seres afectados y afectantes, cuya sensibilidad no se desanuda del pensamiento (Giraldo y Toro, 2020). Ella lo viene diciendo: no se pueden sostener expectativas de rendimiento académico con una trama vincular dañada, violentada de múltiples modos. A la vez nos rescató de las fuerzas que insisten en imantar los problemas al ámbito de lo privado y estigmatizar a la escuela como particular enclave de desigualdad y violencia; la investigación en estos cotidianos cuenta otra historia.
Esa escuela que también es sitio de cuidado y de posibilidad para los seres vulnerados que somos por nuestra necesidad de reconocimiento, por el temor al rechazo, por la experiencia de la soledad. Carina nos invitó a pensar que “El otro tiene que ser importante para mí sin distinción de condición”, apostó a “la potencialidad que tiene la escuela de construir huellas biografizantes”, se definió a favor de gestar “pedagogías de la interrupción”. El diálogo ha sido exquisito, delicioso y también importante—un llamado al recobro de la ética por vía de la sensibilización, la estética y la amorosidad.
This conversation is grounded on profound respect and academic friendship; it has thus brought along some comfort in these unsetting contemporary times. We summoned Carina Kaplan to the discussion because she has been investing her heart and work in every-day school life for years, enabling us to perceive the conditions of suffering and hope there. We wanted to know how she deemed the current scenarios and whether these had altered her studies related to the affective turn. She replied with candor to the script we proposed and honored the occasion, displaying not only warmth but also utter generosity. She reviewed her line of work and revived the thesis of schools as sites of possibility, as she emphasized the affecting/affective conditions that merge the cognitive and sensible realms (Giraldo y Toro, 2020). She has been clear about this many times: achievement cannot be divorced from harmful relationship patterns. She now invites us, particularly, to suspend our biases on individuality and the branding of schools as sites of violence and inequality. Research has shown that they are also places to be cared for, to heal from our common fears, the need to be recognized and the experience of loneliness. Carina has invited us to consider that “The other must be important for me regardless the distinctions produced by conditions”, as she advocated in favor of “the importance of schools to leave biographizicing traces” and the “pedagogies of interruption”. The conversation has been delightful, exquisite and important, as it called for the recovery of ethics through sensibility, aesthetics and love.
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