Ana Cristina García Luna Romero
El proceso de expansión de las grandes áreas urbanas del fin de siglo dejó una red gigantesca de redes de conurbaciones dispersas, fragmentadas, segregadas, difusas, integradas y desintegradas al proceso urbano. En efecto, se está presentando una nueva trama que la está identificando en un espacio en el cual los emplazamientos, los objetos y las relaciones sociales de producción la asemejan, de cierta manera, a las tendencias de la globalización, es decir, a un territorio que arraiga procesos contradictorios de la conformación del mismo. Por su parte, la ciudad ha jugado históricamente el papel de centro hegemónico y de concentración de los poderes económicos, políticos, sociales, religiosos, militares y de mercado. El paradigma moderno que aún domina la contemporaneidad, basada en el control y el dominio por la racionalidad, donde el papel de la técnica sigue siendo crucial en la construcción hegemónica, posiciona superestructuras organizadas en el territorio. Allí las tensiones entre lo público y lo privado, los emplazamientos emergentes de lo colectivo, que son más anárquicos en sus estructuras organizativas, disputan el poder al discurso hegemónico, que constantemente lo intenta absorber y territorializar. Los resultados de tales disputas inciden en la constitución alternativa de nuevos exteriores que reflejan los antagonismos reinantes, como la relación entre individuo y sociedad, entre las arquitecturas de la soledad autorreferencial y las nuevas formas organizativas en el espacio urbano. Problematizar esas relaciones entre arquitectura, sujeto y territorio implicaría definir, en primera instancia, la influencia que dichos procesos de disputa ejercen en la constitución de una dependencia mutua que pueda explicar cuáles serían o deberían ser los escenarios de lo común en el territorio. Así, la relación entre arquitectura (como objetivo de la técnica), sujeto (como sistema sociocultural) y espacio urbano (como territorio del espacio-tiempo) requiere de un abordaje coherente a la fase actual del capitalismo, para comprender las lógicas de emplazamiento del objeto técnico —como producto del sistema técnico— a partir de los fenómenos que tienen lugar en el territorio en tanto que espacio de acumulación y autoorganización.
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