La educación emocional favorece una actitud proactiva hacia el aprendizaje competencial, mejora el autoconcepto personal y genera bienestar en toda la comunidad educativa. Es necesario promover climas de convivencia protectores, que pongan el foco de atención en la persona, en el valor humano de lo que hacemos, teniendo en cuenta a las familias de nuestro alumnado, sin olvidar que estas actúan como termómetro de nuestra infancia y nuestra adolescencia.
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