Daniel Álvarez Jaramillo, Diana Carolina Rua Molina, Angela Patricia Cadavid Jaramillo
La hemostasia es el equilibrio fisiológico de un conjunto de procesos procoagulantes que tienen como finalidad evitar la pérdida de sangre ante la disrupción del circuito vascular, al cual se acoplan procesos anticoagulantes que simultáneamente previenen la formación o estabilización inusitada de coágulos que impidan el flujo sanguíneo normal1. Existen diferentes trastornos que se asocian a la ruptura del equilibrio hemostático, entre ellos destaca el síndrome antifosfolípido (SAF), enfermedad autoinmune que clásicamente se ha relacionado con un estado procoagulante, solo o en conjunto con episodios de morbilidad gestacional2. Diferentes autores han realizado esfuerzos para entender la relación entre inmunidad y coagulación, logrando explicar tentativamente por múltiples mecanismos como los anticuerpos antifosfolípidos (aAFL), causa directa del SAF, conducen al desarrollo de trombosis vascular. Dentro de estos mecanismos la activación directa del endotelio, y asociado a ello, la liberación de vesículas extracelulares (VE), ha sido un foco de interés reciente.
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