Es reseña de:
Infancias y lecturas: El Peneca en Chile e Hispanoamérica
Para comenzar, nada mejor que un testimonio: “mi madre me enseñó a conocer las primeras letras del silabario, que las aprendí en muy poco tiempo, y apenas pude leer algo, dejé el silabario a un lado y seguí leyendo los libros católicos que tenía mi madre, y que me gustaron tanto que los seguí leyendo toda la vida”, rememora Benito Salazar Orellana en Memorias de un peón-gañán, recordando hechos de cuando tenía unos 10 años, por allá por 1902, y vivía junto a su familia como inquilinos de un fundo que distaba una hora a caballo del pueblo más próximo.
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