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Pedro Antonio de Alarcón (1833–1891), a pesar de su identidad andaluza, no se caracterizó por ser un escritor andalucista como Serafín Estébanez Calderón (1799–1867), Tomás Rodríguez Rubí (1817–1890) y Ángel Ganivet (1865–1898). No obstante, en su obra es recurrente la exaltación a Andalucía, a su arquitectura y al legado árabe en general. Con todo, su amor y su sentido del deber hacia España siempre se antepuso al regionalismo literario tan promulgado por los escritores andalucistas decimonónicos. Esta dualidad identitaria es patente en sus crónicas Diario de un testigo de la guerra de África (1860). Para poder conocer mejor cómo esta dualidad identitaria opera en el escritor accitano, este ensayo argumenta que Alarcón enfatiza su identidad de español en estas crónicas por mediación de su yo poético, el cual divide entre su admiración por la cultura de su tierra de origen y sus antepasados moriscos y por su amor incondicional hacia España. La dualidad de su yo poético, consecuencia de la interpenetración metaficcional y la labor periodística que Alarcón lleva a cabo en su lectura de la invasión y anexión de Marruecos a España, le permite justificar ese evento y también distinguir el carácter y la condición superior de los españoles por encima de la de los moros.
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