Cualquier proceso de formación, supone siempre un entrenamiento con el que se intenta dotar al formando para el ejercicio del rol de terapeuta. El procedimiento especifico será secundario si el objetivo se consigue: llegar a un momento del proceso formativo a partir del cual, en base a la manifestación de una conducta coherente con unos criterios establecidos por los diversos modelos para tal fin, el profesional en formación pasa a incorporar en su repertorio de roles, el de TERAPEUTA, con el que se va a relacionar con distintas entidades psicosociales, además de consigo mismo.1 La formación surge en un espacio de aprendizaje contenedor, que facilita la apertura de un nivel emocional como base de aprendizaje de manejo de procesos que se mueven en el mismo nivel. Se trata de fomentar, entre otras formas de aprendizaje, un aprendizaje vivencial, a través de la implicación personal, presente en toda relación interpersonal.
El desplazamiento de lo intrapsíquico a lo relacional, de la causalidad lineal a la circularidad ha ido cobrando un gran relieve, no solo en lo concerniente al salto epistemológico sino además en la construcción de diversas vías de acceso al cuestionamiento personal, teniendo en cuenta los sistemas de pertenencia.
Partiendo de la experiencia llevada a cabo en el programa de formación en psicodrama en el Instituto de Técnicas de grupo y psicodrama (ITGP), se plantea la puesta en práctica de la inclusión de un trabajo semiestructurado con el grupo interno familiar en la formación del psicoterapeuta. Y se reflexiona sobre la utilidad del mismo como una vía de refuerzo de un entrenamiento integrador del rol de psicoterapeuta. En esta aportación transmito la experiencia desarrollada en el primer nivel de formación en Psicodrama, en el Instituto de Técnicas de Grupo y Psicodrama (ITGP). El programa consta de 4 años de Formación...
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