"Soy una prostituta, trabajo siempre con condón, no estoy loca ni he sufrido abuso sexual. Quiero: derechos humanos, derechos civiles y condiciones de trabajo buenas y saludables". Enfundada en tres pancartas con su reivindicación en otros tantos idiomas, la "sexworker" montaba su número pacífico y pintoresco por el dédalo puramente funcional del Palacio de Congresos de Berlín, donde se desarrollaba el IV Congreso Internacional sobre el Sida.
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