El presente artículo pretende abordar una pregunta fundamental en el recorrido de las tendencias artísticas del siglo XX: la pregunta por el vínculo entre la política y el arte en general, y entre la política y la música en particular. Una primera respuesta ha sido el camino que va de la obra de arte hacia el mundo, es decir, que entiende que la obra debe reflejar el mundo exterior a ella. Otro camino posible ha sido, por el contrario, la clausura de la obra sobre sí misma, sobre su propio material; tal es el caso del dodecafonismo, una de las vanguardias musicales más influyentes del siglo XX en el campo de la música. Por último, se aborda la obra del compositor vienés Alban Berg, a partir de la cual el artículo propone un camino alternativo para pensar las alteraciones que la música puede provocar en el orden común, esto es, para pensar cómo la música puede ser política.
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