Durante años he estado estudiando la cuenca Qaidam, en las montañas del Tíbet, como análogo de Marte. Es un lugar remoto, árido y sin signos de vida evidente. Allí ni siquiera viven insectos. Verano tras verano, he recorrido esas montañas con mi equipo de investigación para buscar signos y pistas que sugieran si hubo o no vida en Marte. Y aunque todavía no sabemos si la hubo, gracias a esas investigaciones en el Tíbet me invitaron a lo más fascinante (¡y difícil!) que he hecho en mi vida: formar parte del equipo que eligió el lugar de aterrizaje para la misión de la NASA Mars 2020. No fue trabajo fácil elegir un lugar de aterrizaje que acomode zonas geológicas que sugieran tanto la posibilidad de vida preservada como de ambientes habitables antiguos. Pero al final se tomó la decisión y lo elegimos. Ahora solo queda que la misión aterrice y que se traigan muestras de vuelta a la Tierra, las cuales se convertirán en el fundamento para una nueva era de la exploración marciana.
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