En los comienzos de aquel año bisiesto, un lustro después de la irrupción socialista y casi un lustro antes de la Olimpiada de Barcelona, el estado de la nación era más bien el de permanecer jibada. Eso, al menos, era lo que decía la Oposición, aunque ya se sabe que la Oposición está ahí para eso, para oponerse, y nunca se conforma, aunque también se sabe que la Oposición está ahí para fastidiarse. O sea, que mayormente la jibada es ella. Por eso, cuando el habitante del chalé de medio kilo al mes anunció: "El señor presiente del Gobierno tiene la palabra", don Felipe subió a la tribuna con gesto firme, seguro y resignado.
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