Durante años ha sido el enemigo público "número dos" de Estados Unidos y, como tal, mirado con recelo por toda la comunidad internacional. Sucesivamente superado en este oneroso ranking por el imán Jomeini y el "rais" iraquí, Sadam Husein, Muamar el Gadafi parece resignado a asumir el papel de gran mudo, algo que, dado su peculiarísimo carácter y reconocido afán de notoriedad, puede resultarle más penoso que el más brutal y hermético de los embargos. De momento, condenado al ostracismo y a punto, para algunos, de entonar, esta vez sí, el canto del cisne, el líder de la Yamahiria ha emprendido una iniciativa sorprendente e inquietante, la islamización de Libia.
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