En el otoño de su presidencia, cuando arrancan las carreras para las elecciones presidenciales de 2016 en Estados Unidos, Barack Obama celebra los éxitos de su administración en Irán y Cuba. Mientras, sigue buscando un final para los conflictos de Irak y Afganistán y se enfrenta a dos grandes retos, Asia y una reavivada “guerra fría” con Rusia. Con escasos apoyos dentro de su partido y apenas los mínimos en el congreso y el senado, incluyendo su derecho a veto, Obama ve cómo la hegemonía estadounidense y su poder económico y militar declinan a la espera de que la casa blanca tenga un nuevo inquilino. La unión del oso ruso y del dragón chino frente al águila estadounidense ha abierto una nueva etapa de ajuste geopolítico, una “paz fría” cargada de riesgos y escasos márgenes diplomáticos.
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