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Resumen de Cuestionar y enfrentar el edadismo hacia las personas mayores desde la comunicación: el caso del movimiento asociativo de las personas mayores en El Salvador

Ana Fernández Viso

  • español

    Los estereotipos, los prejuicios y la discriminación, autoinfligidos o contra otras personas por razones de edad, constituyen un problema de derechos humanos denominado edadismo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lo equipara en gravedad al sexismo y al racismo, si bien su existencia es menos reconocida y documentada que la de estos dos últimos. El edadismo se manifiesta en tres niveles, institucional, interpersonal y autoinfligido, y de manera explícita o implícita, cuando se ha normalizado y forma parte del marco de referencia cultural de una sociedad. Según datos de la OMS, afecta a millones de personas en el mundo y, en particular, a las mayores de 60 años, que ven por ello mermadas sus oportunidades de disfrutar de unas condiciones de vida dignas. Su prevalencia es mayor en los países de ingresos bajos y medianos-bajos y podría estar aumentando a nivel global, impulsada por los cambios demográficos. Es evidente la necesidad y la urgencia de abordar este problema creciente. Así lo han entendido las propias personas adultas mayores en El Salvador, donde apenas el 16% de ellas recibe algún tipo de pensión y el 24% se encuentra en situación de pobreza, cifra que se eleva entre la población rural y al alcanzar los 80 años. Por esto, desde el 2005 se han organizado y movilizado para reclamar su derecho a una vejez digna; en 2017 apostaron por la comunicación para el cambio social como uno de los elementos de su estrategia de lucha contra el edadismo. Este artículo describe y analiza esa estrategia comunicativa y apunta algunos de sus esperanzadores logros.

  • English

    Stereotyping, prejudice and discrimination, whether self-inflicted or against others on the basis of age, constitute a human rights problem known as ageism. The World Health Organization (WHO) equates it in severity to sexism and racism, although its existence is less recognized and documented than the latter two. Ageism manifests itself at three levels: institutional, interpersonal and self-inflicted, and explicitly or implicitly, when it has become normalized and forms part of a society's cultural frame of reference. According to WHO data, it affects millions of people in the world and, in particular, those over 60 years of age, whose chances of enjoying decent living conditions are thus diminished. Its prevalence is higher in low- and lower-middle-income countries and may be increasing globally, driven by demographic changes. The need and urgency of addressing this growing problem is evident. This has been understood by the elderly themselves in El Salvador, where barely 16% of them receive some kind of pension and 24% are in poverty, a figure that rises among the rural population and when they reach 80 years of age. Because of this, since 2005 they have organized and mobilized to claim their right to a dignified old age; in 2017 they bet on communication for social change as one of the elements of their strategy to fight against ageism. This article describes and analyzes that communicative strategy and notes some of its hopeful achievements.


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