Para Estados Unidos el 2010 ha sido un año de transiciones, de una gran agencia de exploración espacial a una con presupuestos, personal y objetivos más reducidos pero, en teoría, más específicos. Preparan la retirada de sus transbordadores y deben apoyar y dar paso a los vuelos de compañías privadas. Algo similar pasa con las grandes exploraciones tripuladas, relegadas para permitir misiones científicas más baratas y en mayor número cuyos logros sean mayores. China, con su habitual paciencia, crece paso a paso y avanza hacia su estación espacial, para completar toda una red de satélites de observación y telecomunicaciones y para desplegar su propia constelación de navegación. En estas constelaciones anda también metida Rusia con Glonass, una de sus prioridades, y, como años anteriores, mantienen un excelente ritmo de lanzamientos con sus fiables cohetes. Europa, aunque avanza también con Galileo en cuestiones de navegación, está cada día más centrada en complejas misiones científicas con sondas que obtienen enormes resultados por cantidad y calidad.
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