Érase una vez un año, este 2024, en el que hemos asistido imperturbables al maltrato de personas vulnerables. Unos cuantos presidentes han jugado a los naipes con cuarenta y cinco mil inmigrantes desembarcados y con seis mil menores que están varados en las islas Canarias. No cabe duda de que esas cifras «minúsculas» han producido un sufrimiento mayúsculo.
Este ha sido el año de la inmigración por su actividad legislativa en clave interna y exterior. Hacia dentro, está el nuevo reglamento de extranjería de la Ley 4/2000; y, hacia fuera, el Pacto Europeo de Inmigración y Asilo. Además, a principios de octubre, ha tenido lugar un «debate» en el Congreso de los Diputados sobre la Política de Inmigración en el que nuestros representantes han depreciado y despreciado a esas personas.
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